Era Tan Solo Un Envase Vacío Sin Ningún Propósito De Vida
-Allison Hammett

Era Tan Solo Un Envase Vacío Sin Ningún Propósito De Vida

Mi nombre es Allison Hammett, y esta es mi historia.
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Me crié en la iglesia y también asistí a una escuela Cristiana. Conocía la Biblia y lo que decía. Me recuerdo cuando a los seis años de edad oré a Dios para la salvación de mi alma. Por muchos años basé mi salvación en esa experiencia cuando tan solo tenía seis años.

La realidad era que mi Cristianismo era tan solo un acto. Adapté mi vida a lo que creía que era apropiado para un Cristiano. En la escuela elemental obedecí a todas mis maestras. Obedecía todas las normas escritas y tradicionales para lograr tener amistades. En la escuela superior, me separé lo suficiente del grupo para que vieran que era un tanto diferente. Para los demás era solo una niña con un tanto de moralidad que asistía a la iglesia y proclamaba ser una Cristiana. ¡Pero no había un cambio en mi vida!

Me encontré en un nuevo ambiente cuando ingresé a la universidad Cristiana. Los estudiantes compartían lo que Dios estaba haciendo en sus vidas y cómo Dios les había bendecido últimamente. Cuando me preguntaron que compartiera mis experiencias sobre cómo Dios estaba obrando en mi vida, no lo pudo hacer porque no tenía nada que decir. Hasta este entonces, casi nunca leía mi Biblia aparte del domingo en la iglesia.
Nunca había buscado la dirección ni consejo de Dios en ninguna de las decisiones que había tomado. Comencé a leer mi Biblia todos los días con el propósito de acercarme a Dios y ser igual que todos los demás. Esto solo se convirtió en un hábito que lo dejaba y recogía cuando regresaba a mi casa durante las navidades y las pascuas. Estaba viviendo en dos mundos, uno en la escuela y otro en mi casa. Atribuí el cambio en mi comportamiento a muchas cosas. Con todo y esto, todavía creía que era salva, y por consecuencia, una Cristiana. Después de mi graduación, comencé a asistir a la Iglesia Bautista del Condado de Lehigh (Lehigh Valley Baptist Church) en Emmaus, Pennsylvania.
“Nunca había buscado la dirección ni consejo de Dios en ninguna de las decisiones que había tomado.”
Comencé a escuchar cosas que nunca había escuchado anteriormente, como por ejemplo, escudriñar su salvación para que estuviese seguro que era salvo. Habían numerosas ocasiones en la escuela superior y también en mis años universitarios cuando me cuestionaba mi salvación. Despedía esas preocupaciones con el razonamiento que solo era Satanás atacándome. Pero ahora cuando escuchaba los sermones y examinaba mi corazón, comencé a dudar la certeza de mi salvación.

Comencé a estudiar la Biblia y a concentrar en los sermones que escuchaba. Más y más me convencía que no era salva. No quería admitirme que aún estaba viviendo una mentira, y por lo tanto eché esa preocupación a un lado. El día del último estudio Bíblico le confesé a mi mamá que era posible que no era salva. Admitir esto a mi mamá fue algo difícil. Estaba admitiendo que algo no estaba bien en mi vida.

Completé el estudio Bíblico el lunes por la tarde, y esa noche empecé a cuestionar seriamente mi relación con Dios. Los próximos dos días los pasé sola con Dios, rogándole y pidiéndole que me dejara ver tal y como Él me veía. El Señor me enseñó que mi vida no ilustraba las características ni evidencias de una persona Cristiana. También me enseñó que mi vida no había cambiado desde el momento que hice la profesión de fe cuando tenía seis años de edad, y que había vivido mi vida de acuerdo a mí voluntad.
“Pude verme a través de los ojos de Dios.”
Pude verme a través de los ojos de Dios. Era tan sola una pecadora perdida rumbo al infierno. Era la enemiga de Dios. Mi entendimiento estaba repleto de la Biblia pero en mi corazón solo existía yo y vivía para mí. El Señor me demostró que yo me había mentido a mí misma, y que mi vida estaba llena de hipocresía, la cual Él solo podía cambiar.
Si alguien me hubiese confrontado en cuanto a mi testimonio antes de este evento, me hubiese defendido proclamando que era salva. Pero ahora el Señor me estaba condenando y no tenía con qué defenderme. No quería seguir siendo un envase vacío viviendo una mentira, ni tampoco quería continuar siendo la enemiga de Dios. Deseaba que mis pecados fuesen perdonados. Reconocí mi necesidad de una verdadera relación con Jesucristo.

El miércoles por la noche después del servicio en la iglesia, regresé a mí casa y pasé un tiempo sola con Dios. Le pedí que me perdonara de todos mis pecados y que me lavara en Su sangre. ¡Jesucristo cambió mi vida! Ya no soy un envase vacío sin propósito. Mi actitud hacia el Señor ha cambiado. Él me ha dado un deseo para leer Su Palabra, para caminar en Sus pasos, y para allegarme mas a Él.